Jon Savage: “Estoy harto de que toda escritura sobre música sea autobiografía”

Jon Savage, periodista pop cuando algo así era relevante, se mudó a Manchester en abril de 1979. En aquel momento trabajaba para Melody Maker, uno de los dos grandes semanarios musicales del país. Tony Wilson le consiguió un trabajo en Granada TV para que escribiese sobre Factory Records y su grupo emblemático, Joy Division. El autor trabó amistad con Wilson y Martin Hannett, productor de la casa (“No me hice amigo de Joy Division porque soy periodista”, afirma, “y los periodistas nunca deberían hacerse amigos de los grupos de rock’n’roll”). Desde entonces se convertiría en testigo privilegiado del ascenso del cuarteto, además de uno de sus defensores más apasionados. Savage le explicó al público por qué Joy Division importaban. En Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás, el docto escritor enhebra la carrera de la banda a partir de las voces protagonistas.

Retrato del periodista Jon Savage
PREGUNTA. Aunque es parte de la historia de Joy Division, su punto de vista no forma parte del libro.
R. No quería hablar de mí, quería hablar de Joy Division. Estoy harto de que toda escritura sobre música sea autobiografía. En Inglaterra existe una tradición de meterse en primera persona en todas las historias, pero no siempre es posible. Alguna gente no debería jamás escribir sobre sí misma. Es una carencia de la imaginación, por no decir una trágica sobrevaloración del papel que uno juega en la historia.
P. Pero fue testigo. Estaba allí.
R. Sí. Los vi por primera vez cuando aún eran Warsaw, en octubre del 77. No eran demasiado buenos, pero sí interesantes. Decidí seguirles. La tercera vez que los vi, en junio del 79, teloneaban a John Cooper Clarke, en un escenario enorme. Los escenarios grandes les sentaban muy bien, les daban un espacio amplio como su música (en un club pequeño eran demasiado intensos, se hacía insoportable). Nunca había visto un grupo igual. Al poco, Wilson me envió Unknown Pleasures[álbum de debut de la banda, en 1979] para que lo sacara en Melody Maker. El disco me hizo entender la ciudad. Era claustrofóbico, muy emocional, pero a la vez dejaba mucho espacio.
P. Habla de “espacio”. Otros comentan la agresión. Bernard Summer menciona la violencia como influencia.
R. La violencia estaba por todas partes, en la Inglaterra de los 70, pero yo no fui consciente de que Manchester fuese así. El espacio, por otra parte, tenía mucho que ver con Martin Hammett y la cantidad de costo que fumaba. Cuando grababan Unknown Pleasures fui a Strawberry Studios. Martin me enseñó el estudio. En una esquina había un ascensor, y dentro del ascensor un altavoz Leslie. Le pregunté qué era aquello y él solo dijo: “Estoy grabando el ascensor. Obviamente”. Era un tío agudo y muy divertido. Martin quería que existiese un “sonido Factory”, del mismo modo que había un sonido Elektra o Motown. Joy Division tenían un elemento de psicodelia que él acentuó (y que me encantaba). De hecho, cuando acababa de mudarme Tony Wilson me sentó, me dio un porro y me dijo: “Bien. Ahora estás en Manchester. Aquí fumamos porros y nos gustan Public Image”.
P. La palabra “psicodelia” no suele utilizarse mucho con relación a la banda. Pero su música contiene elementos psicodélicos.
R. Sin duda. La guitarra de Bernard suena en parte como Ron Asheton de los Stooges, gruñendo y distorsionada, con un ligero tinte oriental. La batería de Stephen suena en parte como la de Can, con polirritmos y cambios repentinos. La voz de Ian suena en parte como la de un Jim Morrison ahuecado. Martin aumentó todo eso con ambiente, distancia, efectos de sonido y los pitidos extraños de Unknown Pleasures.
P. En el libro se habla poco de influencias musicales, más allá de Iggy o The Doors. Es como si fuesen secundarias, comparadas a la ciudad o la historia.
R. Bueno, hablan del “Seven and seven is” de Love, también de Moroder y, especialmente, Krafwerk. Pero Joy Division eran un grupo autosuficiente, como deberían serlo todos. Estaban haciendo algo original, y no miraban a los demás. Además, eran muy jóvenes, y la gente de esa edad no habla todo el rato de influencias. Hoy en día, por desgracia, existe esa vasta obra previa que los artistas creen que deben referenciar. Y la naturaleza del consumo musical actual, con el streaming y todo eso, provoca que se espere de ellos.
P. Su libro me hizo recordar que Joy Division venían del Manchester del Twisted Wheel y la tradición northern soul. La ciudad forzaba esas conexiones.
R. Manchester era la capital inglesa de la música negra. Cuando llegué allí, Martin me llevó a tiendas de discos, y estaban llenos de singles ignotos. El northern soulera un culto 100% underground sin ningún significado ni repercusión en Londres. Era imposible que Joy Division no cogieran elementos de su entorno. “Keep on keepin’ on”, de Nolan Porter, una fantástica canción de soul raro, en sus manos se convirtió en “Transmision”.
P. A botepronto uno solo utilizaría la palabra “negro” en relación con ellos por la oscuridad de sus camisas militares. En lo musical eran muy blancos (con perdón).
R. Sí. Pero a la vez Kraftwerk estaba influenciando la música electro negra de Estados Unidos. Joy Division eran un reflejo de esa mezcla de avantgarde blanca europea y la América negra, que fructificaría según avanzaban los ochenta, e influenciaría de un modo más obvio a New Order. Esa era la dirección en la que iban. Escucha “Isolation” del Closer, que es música electrónica con ritmos bailables. La negrura se vio también cuando Ian empezó a experimentar con su baile. En los primeros tiempos se veía que intentaba dar pasos de northern soul, sin éxito, porque no era ese tipo de persona. No pienso que estuviesen desprovistos de influencia negra. Escuchaban música blanca, mayormente, pero les encantaba la música disco.
P. La postura anti-pasado de Joy Division ahora se da por sentada, pero entonces era inusual. El punk rock estaba obsesionado con la mitología sixties, por ejemplo.
R. El pop moderno mira hacia el pasado continuamente, y no es extraño, porque lleva más de sesenta años en circulación. Joy Division son relevantes porque miraban hacia delante. Ya entonces nadie sonaba como ellos. No había una influencia obvia. Solo se me ocurren Sioxsie & The Banshees y Pere Ubu. Otro factor sería la actuación de Ian. Era algo extraordinario, parecía no reprimir nada. La mayoría de intérpretes con oficio saben cuándo contenerse y cuándo soltarse, qué mostrar y qué ocultar, son muy conscientes de la relación entre intérprete y consumidor. Un artista no puede darlo todo en cada actuación. Pero Ian Curtis lo hacía, porque estaba llevando a cabo un experimento consigo mismo, y con las masas.
P. Se afirma que Curtis parecía estar bailando en su habitación. Sin audiencia.
R. Su baile era fascinante. Era algo restringido y controlado; no era una liberación. Creo que aquel baile hablaba de la imposibilidad de escapar. Sus movimientos son los de un hombre atrapado. Las letras hablan de estar encerrado en un sistema totalitario y no ser capaz de huir de él.
P. El libro comenta lo “adultos” que sonaban desde el principio.
R. Ian venía de una subcultura de pequeñas librerías, sellos que publicaban material arcano y esotérico. Las letras e ideas del grupo estaban llenas de referencias, más o menos veladas, a Burroughs y Ballard. Era una época en que la gente leía mucha ciencia-ficción. Ahora ya no hace falta, por lo que sucede ante nuestros ojos [ríe]. Imaginar el futuro formaba parte del proceso mental de la banda. Solo escucha 'These days': “We'll drift through it all, it's the modern age / Take care of it all now these debts are paid”.
P. Ian era un tipo desajustado, pero el resto de miembros hablaban y se comportaban como gente… Normal.
R. Quizás su postura escénica contribuía a esa idea. Tanto Bernard como Peter tocaban inmóviles, para darle espacio a Ian. Dicho esto, en el día a día no eran tan normales como les gusta afirmar. Hook tal vez sí, pero no Sumner, un tipo reflexivo, muy interesado en la tecnología. Sumner es uno de los apóstoles de la idea de Joy Division como hijos de vecino que van al pub, pero bajo la superficie había mucho más.
P. En las entrevistas les cuesta precisar lo que era importante del grupo, como si fuese una fuerza que les dominaba, en lugar de algo que crearon.
R. Cierto. Asimismo, los músicos no teorizan sobre lo que hacen. Ni deberían. Para eso estamos nosotros, los críticos. El pop se ha vuelto mucho más autoconsciente, algo que no es ni malo ni bueno, solo un hecho. No me importa que Joy Division no sepan precisar lo que era crucial de su música. No espero ni deseo que lo hagan. Además, en el entorno de la banda estaban Rob Gretton y Tony Wilson, que se pasaban el día teorizando. El trabajo de los cuatro miembros del grupo era solo hacer música, y trabajaban muy duro en ello.
P. Tal vez el contraste con Annik Honoré [novia belga de Curtis], sujeto artyque viene de otra clase social, refuerza la sensación de ellos como tipos ordinarios.
R. Joy Division eran chavales de grammar school, que era algo distinto a las secondary schools. En las primeras se te seleccionaba para acceder a una educación universitaria. Bernard y Peter eran clase obrera alta, y Stephen era de clase media-baja tirando a media. Su padre era propietario de una empresa. No eran chicos de suburbio. Tenían una educación decente y buenos trabajos. En todo caso, es bueno que los artistas mantengan los pies en el suelo. Si llegan a creer que eran cuatro genios nada de aquello habría funcionado.
P. Es imposible no preguntar por el suicidio de Ian Curtis.
R. La gente ofrece muchas teorías sobre su suicidio, pero yo opino que tiene que ver con una sola cosa: la enfermedad. Ian estaba muy enfermo, y no recibió el tratamiento que necesitaba. De hecho, como aduce Stephen Morris, el tratamiento empeoró su enfermedad. Ian sufría una dolencia muy seria, para la que le recetaron unas pastillas más serias aún, barbitúricos, y resultó ser una combinación desastrosa.
P. Se insinúa lo estresante que debía ser para él el hacerse pasar por persona común.
R. El factor principal del estrés, al margen de lo que sucedía con Annik, Debbie y la hija que acababa de nacer, tenía que ver con sus actuaciones, que se tomaba muy en serio, y la frecuencia de sus ataques epilépticos, que hicieron que dichas actuaciones se fueran deteriorando. Llegó un momento en que ya no podía actuar, simplemente. Ese es el motivo del suicidio de Ian Curtis.
P. Algunos ven a Joy Division como un grupo sombrío de depresivos crónicos, pero el libro hace hincapié en lo llenos de vida que estaban.
R. El problema de Joy Division es que todo el mundo los interpreta retrospectivamente desde la muerte de Ian, lo que en mi opinión es un acercamiento incorrecto. Sus canciones no son premoniciones. Creo que eran conscientes de que se encaminaban hacia un lugar extraño, y que algo malo podía suceder, pero nadie tenía pensamientos fúnebres. Estaban a punto de irse de gira a Estados Unidos. Por eso titulé el libro Una luz abrasadora. Joy Division no eran todo oscuridad, había mucha luz en ellos, sus conciertos eran excitantes y estaban llenos de energía positiva. Y eso es lo que los hace grandes. No eran todo fango y fatalidad. Creo que los grupos que les copian, Editors o Interpol, todas esas estúpidas bandas rock, no han pillado nada. Pero a la vez lo entiendo. Ni la gente que estaba en Joy Division sabía de qué iba Joy Division.

Joy Division & me


Mi triunvirato son David Bowie, Kraftwerk y Joy Division. Los descubrí en 1983 cuando Ian Curtis llevaba 3 muerto. Joy Division ya eran entonces los reyes del nuevo movimiento gótico, con bandas como The Cure y Bauhaus.  El movimiento me gustó mucho. Mi primera conexión con Joy Division fue su disco “Closer”. Nunca había escuchado nada parecido. La voz de ultratumba de Ian Curtis era impresionante. El grupo practicó un hermetismo poco frecuente. Lo normal de un grupo es que se fotografíe y  de entrevistas. Pero Joy Division era un grupo del que se sabía muy poco. Ni siquiera sabía cómo eran. Ese aspecto, unido a sus enigmáticas portadas, hacía de ellos un grupo muy especial. No podían gustar a cualquiera. A los jóvenes les gusta mucho diferenciarse y ser fan de Joy Division eran perfectos para eso. 

El hecho de que en los años 80 existiera tan poca información sobre el grupo hizo que tuviera que comprar el material por correo en tiendas extranjeras. Era fácil hacerse con su discografía oficial porque apenas editaron 3 discos. Pero existía todo un mercado de discos piratas muy interesante. En la actualidad está editado prácticamente todo, pero en aquella época no era fácil. Durante años, décadas, el grupo era solo conocido en circuitos de culto. Nunca me pude imaginar el éxito y reconocimiento que lograrían. 

En 1990, con motivo del décimo aniversario de la muerte de Ian Curtis, dediqué al grupo dos programas que emitieron en Radio Nacional de España. Recibí muchas llamadas preguntando dónde compraba tanto material del grupo. Ese aspecto romántico del fan se ha perdido completamente porque con Internet se tiene todo a tu disposición. 

Por supuesto también era fan de New Order. Bailar Blue Monday en 1983 era lo más moderno.  En el año 2005 por fin les vi en directo. No fue un concierto memorable pero interpretaron dos temas de Joy Division. Fue muy emocionante escuchar Love Will Tear Us Apart.

En Junio de 2011 vi a Peter Hook, el bajista, que interpretaba solo temas de Joy Division. A pesar de la situación tan irónica, disfruté mucho. Al fin y al cabo, el sonido de Joy Division se debe en gran parte al bajista. 

Hoy en día Ian Curtis es un ídolo de culto. Existen películas, libros y documentales. La gente interpreta sus versiones de Joy Division en Youtube. El documental definitivo para mi es el de Grant Gee. Es una obra de arte en sí mismo. Se trata de un documental a la altura de la música y genialidad del grupo. Absolutamente imprescindible. 

Recientemente la viuda de Ian Curtis ha publicado un libro con los manuscritos y anotaciones de su marido. Me parece una idea maravillosa porque ver unos escritos de puño y letra producen un gran impacto. Al final del libro aparecen los libros de Ian originales, de Oscar Wilde, Hermann Hesse, Nietzsche, libros sobre el nazismo… Curiosamente las referencias de Ian fueron muy similares a las mías y no lo he sabido hasta hace poco, lo que me da más credibilidad a la hora de seguir siendo fan absoluto de Joy Division. Por otra parte, la actitud de Ian Curtis era la que teníamos muchos fans de la música: nos divertíamos por la noche pero durante el día estábamos ávidos de leer. 

Joy Division fue el grupo que hizo que descubriera a toda una serie de grupos de corte dramático a los que he seguido siempre. The Chameleons, Echo & The Bunnymen,  Magazine, Tuxedomoon, The Cure, Bauhaus, The Smiths...  La mayor parte de esos grupos actuaban en directo en el programa de televisión La Edad de Oro. No me perdía ni uno. 

Por lo demás, ya en el año 1983 la música dio un giro que no me gustó. Los grupos tecno, como Visage, Duran Duran o Spandau Ballet comenzaron a sonar funks, algo que casi mató a la electrónica. Los peores años 80 estaban llegando. Hasta Bowie flojeaba en sus composiciones. Solo la música industrial me interesaba. Escuchaba con atención programas de radio que se dedicaban a ese nuevo género. Grababa muchos temas en casete. Ocurría que después no sabía a quién estaba escuchando. Descubrí a Einstürzende Neubauten y a Throbbing Gristle. Ese estilo musical me marcaría mucho en mis futuras composiciones. Dediqué varios programas de radio a ese estilo. 

Todo cambió con la explosión del Acid hacia 1988. De repente en las discotecas volvió a sonar la música electrónica. Hasta New Order se apuntaron a la moda. Era realmente divertido porque el nuevo estilo, como no, iba acompañado de nuevas drogas. Sin embargo, no creo que desde principios de los años 80 haya surgido nada especialmente interesante. A partir de entonces, todo ha sido un  regresar continuo a los viejos estilos.  


La moda Grunge no me interesó. Todo tenía un sonido demasiado antiguo, para mi gusto. Por lo demás, creo que la segunda mitad de los años 80 fue bastante aburrida y nefasta.

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Ruta 66 Diciembre 1990